jueves, 26 de mayo de 2011

Del problema que los políticos no hablan

Por: Joaquín Serrano Estrella


Hágale el balance y alineamiento a su automóvil. No permita que la aguja baje de medio tanque antes de volver a una gasolinera. Repare fallos en el motor. Haga magia si quiere, pero nada de eso hará que su consumo de gasolina baje significativamente.

Salga temprano de su casa. Tome los atajos que sean necesarios. Sáquele diez minutos al ponchador para no coger el pico de la congestión, pero nada eso evitará que pacientemente tenga que disfrutarse el tapón mañanero y de las tardes escuchando su programa de radio preferido.

El domingo pasado El Nuevo Día expuso en portada un problema de transportación que incide directamente en la calidad de vida del puertorriqueño y que irónicamente poco o nada se discute en los medios o, y es aquí lo lamentable, en ningún foro político de manera seria.

El precio de la gasolina continuará subiendo y los factores políticos y económicos que influencian este patrón continuarán ejerciendo su debida presión al sistema. Con esto tratamos el aspecto económico, porque obviamente es dinero que se echa en gasolina y que no se usa para comer o para brindarles una buena educación a nuestros hijos. No me crea a mí, verifique los índices de precios al consumidor publicados por el Departamento del Trabajo. Veamos otros factores intangibles que nos afectan. Un dato curioso del Censo del 2000 (que sabemos que lo que mostrará el Censo del 2010 es más craso) revela que 241,068 trabajadores pasan más de una hora y media diariamente en tapones. Esto son ciudadanos y sus familias que pasan entre el 25% y 45% de su tiempo real (luego de despejar las 8 horas de sueño y las 8 horas de trabajo) encerrados en sus automóviles. Por esta razón no es de extrañar ver a un conductor leyendo el periódico, textiando o navegando en el internet de su Smartphone, haciendo asignaciones con su hijos, o teniendo esas largas conversaciones telefónicas con amigos y familiares que bien pudo haber sido en una cafetería o en un chinchorro. Lo lamentable de esto es que el tiempo de viaje transcurra evadiendo hoyos, en el taponcito de las carreteras sin señales apropiadas, en fin, con un sin número de elementos que hacen que el mantenimiento del vehículo sea más costoso.

Mientras esto sucede lo que nos proponen como solución son los remedios que resultan ser peor que la enfermedad misma. Más carreteras y autopistas sabiendo que lo que incentivará es la utilización de más automóviles. Sistemas de transporte colectivo desabridos, que no llevan a ninguna parte y sin sentido dentro de la lógica de movilidad urbana. Brea y más brea sobre carreteras defectuosas, hechas a la carrera para ganarse algunos votos, exponiendo la vida de los ciudadanos y muchas veces dañando irreparablemente recursos naturales como ríos y quebradas. No hay que ir muy lejos para evidenciar como el modelo que se ha estado incentivando, no sólo incide sobre la calidad de vida, sino cómo pudiera ser una trampa mortal en un caso de desastres. Todavía recuerdo la congestión monumental que causó una orden del Gobernador de salir temprano a los servidores públicos para que prepararan para una tormenta. Mire las imágenes del último terremoto en Japón e imagínese lo que causaría el mismo desastre con un tapón en la Kennedy o en el expreso Baldorioty De Castro (por mencionar sólo algunas carreteras cerca del mar o otros cuerpos de agua) tratando de desalojar a San Juan.

Pensándolo bien, el problema fundamental no es si los asuntos de transportación se hablan o no. Está en que cuando hablamos de esto, no se habla desde la perspectiva de la calidad de vida. Hablamos de la soluciones (automóviles híbridos, trenes, etc) como si fueran un fin en sí mismos, y no de cómo queremos que éstos sean los elementos que promuevan calidad de vida. Ya medios responsables como este y personalidades conocedoras del tema han alertado sobre las consecuencias de esta situación. Se acercan las elecciones e irónicamente ninguno de los candidatos o partidos ha hablado sobre esto. La bola está en su cancha.

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