domingo, 17 de octubre de 2010

Cosas ilógicas sobre transportación

Me vi tentado a escribir sobre los artículos aparecidos hoy en El Nuevo Día sobre el Tren Urbano, pero no lo haré. Primero, porque hablar de los grandes proyectos de expansión del Tren Urbano es hablar de especulaciones que ni el propio DTOP controla. Segundo, porque estos proyectos de expansión no son la esperanza para aumentar el ridership o patrocinio (como si eso fuere un fin en sí mismo). Despacho este asunto así de simple: cuando el DTOP esté dispuesto a hablar de lo básico, que es cómo van a facilitar el desarrollo urbano alrededor de las estaciones, cuánto van a invertir en aceras y en ambientación para que la gente pueda caminar a las estaciones, seguiremos hablando de un Tren que muy bien te llena el choliseo y lleva gente a los Tribunales, pero que en nada resuelve los problemas de movilidad en la zona metropolitana. Tercero, cuando me expliquen, cómo justo al medio día puedo llegar más rápido en carro de la estación Bayamón a la Estación Sagrado Corazón (los dos entremos de 17.4 kilómetros) que en el propio Tren Urbano, entonces el DTOP y quién sea que se encargue ahora del Tren y de sus expansiones, tendrán la prioridad en este foro. Pero mejor tratemos un tema de fondo de la manera más simple.

Lo aparentemente ilógico en transportación tendría más resultado


Para que la política pública sobre transportación sea efectiva debe estar estrechamente vinculada a la política urbana. A su vez, la política urbana debe estar vinculada a una visión clara del tipo de ciudades que queremos. Como ninguna de estas están vinculadas, y hasta podríamos cuestionar si en verdad existen, se distorsionan nuestras percepciones sobre cómo deberíamos transportarnos y de esta manera alimentamos el sistema actual de constante tapones, hoyos en las carreteras, vulnerabilidad y de malgasto de recursos.


He aquí algunos planteamientos aparentemente ilógicos dentro del actual “sistema de transportación”:


Una política pública sobre transporte debe enfocarse, no en los medios de transporte, sino en reducir las necesidades de traslado no-motorizadas. En vez de estar invirtiendo tanto dinero en carreteras para los automóviles, en trenes caros y en autobuses, porque no mejor organizamos nuestro espacio para reducir las necesidades de traslado. De esta manera el enfoque de la política de transportación sería desarrollar medios no motorizados como caminar o la bicicleta. Es tan fácil como poder ir al trabajo en tren, pero llevar a sus hijos a la escuela a pie.


Mientras más dependamos de los automóviles menos movilidad tendremos. Es estúpido sólo pensarlo, pero lo cierto es que la capacidad de nuestras carreteras y ciudades no dan para más. No hay espacio para más estacionamientos. Es la trampa más viciosa ya que el “sistema de transporte” y el espacio urbano crean la necesidad del auto para movernos, a la misma vez, demasiados automóviles en las carreteras obstaculizan la movilidad, condenándonos a absurdos tapones. Mientras más gente se tire a la calle en sus automóviles, más estaremos en tapones, más espacio de áreas verdes y de aceras le estaremos robando a nuestras ciudades.


Más carreteras + más automóviles = a menos desarrollo. Todas las administraciones de gobierno han apostado a que la construcción de carreteras atrae el desarrollo. Viéndolo desde el punto de vista de los empleos temporeros que se crean en la construcción de las carreteras, y en la construcción de centros comerciales (malls) y urbanizaciones, podríamos decir que mueve la economía. Pero esto son medidas temporeras. El resultado del desparrame urbano, además de contaminación, lo que ha hecho es destruir la fibra económica. Un ejemplo fácil. Como nuestro principal medio de transporte es el automóvil, a donde vamos a comprar debe poseer una característica importante: estacionamiento. Los locales comerciales en los núcleos urbanos carecen de ellos por lo que el consumidor va a los grandes centros comerciales. En estos centros comerciales pueden competir las grandes cadenas o los negocios locales que puedan pagar los altos alquileres.


Más automóviles, más rotos en las carreteras. Esto sucede por el círculo vicioso que crea el sistema del automóvil. La planificación de la red vial es tan caótica que sólo opera para tirar más carros a la calle. Se construyen carreteras, pero no se mantienen, porque el objetivo no es ese, es seguir creciendo como si fuera un fin en sí mismo. Esto sin contar que el roto en la carretera cumple muchas veces un objetivo polítiquero. Por ejemplo, se crean carreteras para obtener votos (objetivo inmediato). Nos olvidamos del mantenimiento o de que la construimos sobre acuíferos naturales. Las carreteras se deterioran y se crea la necesidad de un servicio gubernamental. Se servicio gubernamental no va aparecer sino hasta que se necesiten votos. Se repavimenta y la acción de tapar el hoyo se convierte en la gran obra. Y no es para menos, pasamos por el hoyo 365 días al año por lo menos dos veces al día, por lo que el número aproximado de cantazos que recibe un carro por cada hoyo es de 730. Multiplique este número por el infinito de hotos y cráteres que hay en las carreteras.

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