Por: Joaquín Serrano Estrella
Consultor en Transportación y Gerencia
Las recientes lluvias y su efecto negativo en el sistema vial del país evidencian que la política sobre transporte debe cambiar de forma radical. De otra manera, las aguas seguirán perjudicando no sólo nuestro débil sistema de transportación, sino también nuestra calidad de vida.
Se proyectan construir más carreteras para continuar incentivando el modelo de desarrollo suburbano, lo que ha deteriorado progresivamente nuestras ciudades y centros urbanos. El efecto multiplicador de este modelo tiene implicaciones económicas nefastas palpables. Se construye sobre terrenos susceptibles, con alto valor agrícola, promoviendo vivienda en urbanizaciones cerradas. Los núcleos urbanos se han abandonado haciéndolos lugares peligrosos, estéticamente feos y afectando al pequeño y mediano comerciante. Esta planificación desacertada incentiva aún más el uso del automóvil, aumentará las distancias, el tiempo en el tapón y emitirá más emanaciones de gases al ambiente. A esto habría que añadirle el efecto negativo en el presupuesto familiar al encarecer los costos de transportación (mensualidades de múltiples automóviles, gasolina, estacionamiento, reparaciones, seguro, etc).
La cura que proponen resultará peor que la enfermedad. Se proponen convertir en expreso añadiendo carriles a carreteras principales. Esto, lejos de aliviar el tapón, lo aagrava ya que más personas seguirán utilizando el automóvil. Continuarán construyendo carreteras cercanas y sobre acuíferos y corrientes subterráneas, lo que causará aún más tapón cuando hay lluvias (como lo experimentamos hace unos días) y también aumentarán los factores de riesgo de suceder una emergencia. Mientras se proponen estas nuevas construcciones y ensanches, el ciudadano debe continuar transitando por carreteras rotas, desniveladas y peligrosas, ya que no hay ni personal ni presupuesto para mantener la complicada red vial del país.
Para solucionar esto es necesario un plan abarcador de carácter urbano, que parta de principios de calidad de vida, en vez de la lógica económica y de ordenación territorial.
Consultor en Transportación y Gerencia
Las recientes lluvias y su efecto negativo en el sistema vial del país evidencian que la política sobre transporte debe cambiar de forma radical. De otra manera, las aguas seguirán perjudicando no sólo nuestro débil sistema de transportación, sino también nuestra calidad de vida.
Se proyectan construir más carreteras para continuar incentivando el modelo de desarrollo suburbano, lo que ha deteriorado progresivamente nuestras ciudades y centros urbanos. El efecto multiplicador de este modelo tiene implicaciones económicas nefastas palpables. Se construye sobre terrenos susceptibles, con alto valor agrícola, promoviendo vivienda en urbanizaciones cerradas. Los núcleos urbanos se han abandonado haciéndolos lugares peligrosos, estéticamente feos y afectando al pequeño y mediano comerciante. Esta planificación desacertada incentiva aún más el uso del automóvil, aumentará las distancias, el tiempo en el tapón y emitirá más emanaciones de gases al ambiente. A esto habría que añadirle el efecto negativo en el presupuesto familiar al encarecer los costos de transportación (mensualidades de múltiples automóviles, gasolina, estacionamiento, reparaciones, seguro, etc).
La cura que proponen resultará peor que la enfermedad. Se proponen convertir en expreso añadiendo carriles a carreteras principales. Esto, lejos de aliviar el tapón, lo aagrava ya que más personas seguirán utilizando el automóvil. Continuarán construyendo carreteras cercanas y sobre acuíferos y corrientes subterráneas, lo que causará aún más tapón cuando hay lluvias (como lo experimentamos hace unos días) y también aumentarán los factores de riesgo de suceder una emergencia. Mientras se proponen estas nuevas construcciones y ensanches, el ciudadano debe continuar transitando por carreteras rotas, desniveladas y peligrosas, ya que no hay ni personal ni presupuesto para mantener la complicada red vial del país.
Para solucionar esto es necesario un plan abarcador de carácter urbano, que parta de principios de calidad de vida, en vez de la lógica económica y de ordenación territorial.
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