Con mucho pesar leo en los periódicos que la AMA regresó a la normalidad. Lo lamento porque esa “normalidad” para los usuarios no representa una gran diferencia a lo que tuvimos que vivir

La “normalidad” para los que protagonizaron el conflicto significa volver al absurdo. Para un unionado (chofer o tallerista) quizás signifique seguir tratando de entender los vaivenes de una administración vulnerable a la politiquería y la impotencia institucional. Para alguien de la administración, quizás es seguir bregando con el ensimismamiento de una unión incapaz de comprender que en el mundo actual, especialmente en la industria de la transportación, las reglas económicas han cambiado.
Lamento la “normalidad” porque representa que llegamos a ninguna parte. La “normalidad” es saber que los usuarios no le importamos a ninguna de las partes en conflicto. Que en todo caso, para quienes podrían solucionar el problema, es más importante decidir sobre si enseñan o no sus planillas o cómo quedarán sus fincas electorales, que atender el problema de sobre 70,000 personas que usan el servicio de transporte colectivo.
Si 70,000 votos no mueven los intereses de quienes gobiernan, entonces es prueba que somos invisibles no sólo para el sistema de transportación, sino también para estructura política.
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