Por: Joaquín Serrano
Con mucho pesar leo en los periódicos que la AMA regresó a la normalidad. Lo lamento porque esa “normalidad” para los usuarios no representa una gran diferencia a lo que tuvimos que vivir durante las pasadas dos semanas de huelga. Representa seguir estirando el cuello y agudizando más la vista esperanzados que en el medio del tapón, como un espejismo, aparezca una guagua. La “normalidad” significa seguir esperando en terminales y paradas de guaguas y salir con tres horas de anticipación para poder llegar a nuestros destinos. Representa tomar hasta tres autobuses en rutas que en nada responden a los patrones de movilidad actuales y caminar sobre aceras destruidas, sin iluminación ni sombra y para colmo, ocupadas por automóviles.
La “normalidad” para los que protagonizaron el conflicto significa volver al absurdo. Para un unionado (chofer o tallerista) quizás signifique seguir tratando de entender los vaivenes de una administración vulnerable a la politiquería y la impotencia institucional. Para alguien de la administración, quizás es seguir bregando con el ensimismamiento de una unión incapaz de comprender que en el mundo actual, especialmente en la industria de la transportación, las reglas económicas han cambiado.
Lamento la “normalidad” porque representa que llegamos a ninguna parte. La “normalidad” es saber que los usuarios no le importamos a ninguna de las partes en conflicto. Que en todo caso, para quienes podrían solucionar el problema, es más importante decidir sobre si enseñan o no sus planillas o cómo quedarán sus fincas electorales, que atender el problema de sobre 70,000 personas que usan el servicio de transporte colectivo.
Si 70,000 votos no mueven los intereses de quienes gobiernan, entonces es prueba que somos invisibles no sólo para el sistema de transportación, sino también para estructura política.
viernes, 14 de octubre de 2011
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