Por: Joaquin Serrano Estrella
Son las 4:15 de la tarde de un sábado. Reposaste ya el almuerzo sustancioso que hizo la suegra que fue pasadas las 1:30pm y te dispones a ver que hay en las tandas del cine. Puedes llegar a la tanda de las 6:30pm sin prisa, y hasta te da un tiempito para noveleriar con la doña en el mall antes de la película. Salen de la casa en la lenta, disfrutando el sábado, con más calma que una caravana de lapas y te encuentras con tremendo tapón en la Baldorioty que quiebra el presupuesto de tiempo sabatino que habían calculado.
No es otro accidente de Porches y Lamborginis como el que ocurrió en Japón hace unos días atrás. Como el tapón es monumental, tanto que no ves carros en dirección contraria, chequeas las últimas noticias en el smartphone. Total, verificar noticias y el estatus de Facebook mientras se está en un tapón no es ilegal porque no es considerado textiar. La primera noticia que sale es el tiroteo de carro a carro que dejó dos individuos muertos y uno en Centro Médico luchando porque no lo llevaran allí. De esta manera, un viaje de quince a veinte (15 - 20) minutos se convirtió en una hora y media (1:30), llegaron tarde y les tocaron las filas del pescuezo en el cine, o sea, la primeras tres o cuatro filas del cine que dan más dolores de cuello que los “Top 10” accidentes ocupacionales identificados por OSHA.
Los tapones que han causado los tiroteos de carro a carro este año ya sobrepasaron el factor de fenómeno esporádico, al arroz de todos los días. La frecuencia de este tipo de actos violento ya ha alcanzado un nivel que debe preocupar a las autoridades, porque se convierten en actos de terrorismo. Paralizan el trajín diario para añadirle más tiempo a la relación entre nosotros y los automóviles y para lacerar el sentido de seguridad colectiva cuando salimos a la calle. No es un dato nuevo el hecho de que los sicarios quieran dejar una marca, un recuerdo colectivo de lo que son capaces de hacer. Pautarse. Que su fechoría aparezca en el noticiero es el equivalente a vivir una vida tipo Jersey Shore en el bajo mundo. Es precisamente esto lo que hace que estos actos se conviertan en terrorismo. Porque lo que busca el terrorista es desarticular el transcurso de la vida normal del lugar en donde comete el acto.
Y es que nuestras calles no son seguras para nadie. Reflejan nuestra perspectiva de calidad de vida Cuando no es estar expuestos al cruce de balas, es al transeúnte distraído por el celular o el que es simplemente irresponsable. Las recientes muertes de peatones, tan seguidas, demuestran que ni caminando se está a salvo.
Yo propongo, que en vez de invertir en patrullas fantasmas, en cámaras que graban nada y en automóviles inteligentes, nos propongamos como país un proyecto de ciudad. Sólo de esta manera podemos superar la trillada estrategia de escoger los medios sin haber definido un norte. Hay que pensar y proponer conceptos claros de calidad vida, tangibles. De esta manera podemos definir las estrategias urbanas, económicas y sociales necesarias para llegar allá. Sólo de esta manera superamos la violencia y las muertes.
Parece idílico y hasta fuera de lugar estar proponiendo calles seguras, la peatonalidad y proyectos de transportación como solución a la crisis en la que vivimos. Ni siquiera hay que inventarse la rueda. Voy a invitarlos a investigar sobre el modelo de Bogotá, Colombia. No necesariamente porque se la haya ganado la guerra totalmente al terrorismo y a la violencia, sino porque el modelo de ciudad y de calidad de vida ha dado más resultados que todas las políticas de militarización de la sociedad y códigos de orden público que nos hemos inventado. Sugiero que miremos a Bogotá, no sólo por los resultados tangibles, sino porque se vieron inmersos en el meollo del narcoterrorismo. Algo de los que estamos comenzando a experimentar en nuestras calles. La investigación es fácil gracias a Google, y se los dejo a su curiosidad. Pueden también ver el vídeo siguiente:
martes, 13 de diciembre de 2011
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